sábado, 2 de mayo de 2015

Mo Yan y la literatura china en España


Nacido en el seno de una familia granjera en la provincia de Shangdong, Mo Yan se considera a sí mismo un cuentacuentos. Sus novelas se construyen sobre retales de su infancia y se le ha llegado a comparar, entre otros, con Franz Kafka. No obstante, su consagración llegó hace tres años con la obtención del Nobel de Literatura, un galardón que puso en el punto de mira internacional a la literatura china.

Pero... ¿cuál su situación en España?
Lo cierto es que la literatura china pasa más bien desapercibida en el mercado español. Además, según Anne Hélène Suárez, reputada sinóloga, traductora y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, la inmensa mayoría de las obras que se publican en España no lo hacen por su calidad literaria, sino por el nivel de escándalo o censura provocados en su país de origen o el éxito en otros países europeos. Esto ayuda a reforzar la imagen sesgada sobre China que suele ofrecerse en Occidente, al mostrar sólo una pequeña fracción de la miríada de facetas que conforman el país.

Pero lo más grave es cómo llegan estas novelas al público de España. Regresando a Mo Yan, encontramos que, a pesar de su éxito en su país natal, la mayoría de sus novelas nos llegan de la mano de una misma editorial (Kailas), mucho tiempo tras su primera publicación en China y, desafortunadamente, a partir de traducciones previas inglesas o francesas.
Este último fenómeno recibe el nombre de traducción indirecta. Ocurre cuando una obra no se traduce directamente de su lengua original a la lengua final, sino que lo hace a partir de una traducción previa en un tercer idioma. Muchas de las novelas traducidas al español de Mo Yan, por ejemplo, son hijas de las traducciones inglesas de un sólo autor, Howard Goldblatt.


El principal problema que plantea esto es que, en muchos casos, las traducciones al inglés sufren ediciones destinadas a facilitar la comprensión y la lectura del texto a un público anglófono. Cuando la novela llega a manos del traductor español, ésta ha sufrido ya muchas modificaciones que además aumentarán en el proceso de la segunda traducción. La obra final llegará al lector demasiado filtrado y alejado del mensaje y la forma originales.
Por si fuera poco, la mayoría de estos traductores de inglés carecen del contacto necesario con la cultura china como para trabajar con un texto elaborado en esa lengua. Muchas editoriales ni siquiera se molestan en contactar con sinólogos o expertos en la cultura china para reforzar la traducción del texto.

A pesar de presentar obvias desventajas en cuanto a calidad, la traducción indirecta del chino es  un fenómeno cada vez más habitual en las editoriales, que encuentran más rápido o económico traducir del inglés que de otras lenguas. La traductora Maialen Marín (que ha estudiado la recepción y el impacto de la literatura china en España), afirma que muchas editoriales no quieren lidiar con el tiempo que supone trabajar en una traducción directa del chino, mucho mayor que el requerido para traducciones del inglés o el francés.
El otro factor vital es el económico. Marín estima que la tarifa media de una página traducida del inglés ronda los 12 euros mínimo, mientras que en chino, por ejemplo, la cifra subiría a los 18-20 euros por página. Así, a las editoriales les resulta más rentable servirse de una traducción indirecta que a una directa.

En este aspecto, España se encuentra muy por detrás de otros países occidentales. En Francia, existen editoriales especializadas en literatura china que cuentan incluso con correctores conocedores de la cultura en plantilla.


Ahora, la entrega del premio nobel de Literatura a Mo Yan presenta un nuevo dilema al panorama editorial español: ¿es más adecuado aprovechar el tirón y saturar el mercado de traducciones indirectas del inglés, francés o alemán? ¿O ha llegado la hora de acercar a los lectores españoles la cultura de China de la forma más fiel posible?

Alba M.


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